miércoles, 23 de noviembre de 2011

¿Y ahora qué? Reflexiones tras el 20N

Al final de la jornada electoral, esperando al conteo final en la única mesa que quedaba por cerrar del centro en el que estaba como interventor y siendo conscientes del durísimo resultado cosechado en las urnas, comentaba con un compañero:
—«Bueno ¿y ahora qué? Refundación o enroque», el compañero, veterano ya, dibujó una amplia sonrisa en su cara y conteniendo casi la carcajada dijo:
—«Enroque, no lo dudes.»

Ese es el miedo que tenemos muchos socialistas de base, que al final, de una forma o de otra, te vendan la moto y cuando te quieras dar cuenta te han puesto una camiseta de democracia, unos pantalones de participación, una gorra de libertad de opinión y unos zapatos de consenso y de repente te encuentras con que todo sigue igual, siguen los mismo manejando los hilos, te han liado y se han enrocado.

No sería la primera vez, de alguna manera ya ocurrió con el nombramiento de Rubalcaba como candidato, ahogando toda posibilidad de primarias y obligando a Carmen Chacón a hacer un ejercicio de responsabilidad, pero sobre todo de lealtad; a unas personas más que a un partido, poniendo en evidencia lo dificultoso y cuestionable que son este tipo de ejercicios, ¿la lealtad de Chacón es para los militantes o para la clase dirigente? una vez más enroque.

A lo largo de los años el Psoe se ha convertido en un «monstruo enorme». Con un fuerte aparato dirigente. Ésto que en principio es bueno, da fortaleza, empaque; pero en momentos como el actual se puede convertir en un lastre. Este «dinosaurio» anda ya torpemente por el camino, arrastra la cola, tropieza con las piedras que se encuentra y ni si quiera echa fuego por la boca, necesita «rejuvenecer» urgentemente. A esa clase dirigente que le pidió el sacrificio a Carmen Chacón les pido que hagan un ejercicio de conciencia y den un paso al costado.

Por que además, ellos son los responsables máximos del resultado electoral, ellos decidieron colocar a Rubalcaba, ellos apoyaron la errónea política económica del ejecutivo de Zapatero, por lo tanto deben darse cuenta que han de dejar que las bases decidan que hacer. Alguien tiene que pagar los platos rotos y las bases están cansadas, ¡queremos decidir!

Pero no solo sobre dirigentes, tenemos que decidir que socialdemocracia queremos para este país, la historia reciente nos sitúa frente al capital, tenemos que despojarnos de ese vicio liberal que nos arrastra hacia el centro derecha obligándonos hacer políticas con no «casan» con nuestro espíritu socialista. Es necesario regular cierto grado de intervención en los sistemas financieros, en los mercados, en la banca, la prioridad tiene que ser proteger las economías mas débiles, las de los ciudadanos. No podemos olvidar que somos por encima de todo el partido de los trabajadores y ellos han de ser nuestros primeros protegidos y nosotros tenemos que ser sus primeros aliados.

Casi tenemos que pedir perdón a la ciudadanía y ofrecerle soluciones reales que vayan destinadas a solucionar sus problemas, no los del capital. Si olvidamos que somos el partido de los trabajadores olvidamos lo más preciado de nuestra razón de ser.

viernes, 18 de noviembre de 2011

20N, Rouco Varela pide su trozo de la tarta

La Conferencia Episcopal Española, con el cardenal Rouco Varela a la cabeza (Arzobispo de Madrid), hace su campaña electoral «particular» en beneficio del Partido Popular. A la CEE hay que recordarle que su labor se limita a la catequización de sus feligreses, pero no al pensamiento político de los mismos.

Como además presumiblemente el Partido Popular puede conseguir una mayoría «aplastante» según las encuestas, los máximos mandatarios del clero se permiten marcarle a Rajoy el programa electoral en materia de familia, sociedad, sanidad y educación.

La supuesta borrachera de votos que va a recibir el PP, embriaga a Rouco Varela y sus adláteres saliendose de su cometido y mezclado catequización con ideologización, pidiendo derogaciones de leyes que han supuesto grandes avances sociales. Se podría pensar que la Conferencia Episcopal siente nostalgía por tiempos pasados, oscuros en la historia de España, tiempos en los que controlaba a la sociedad a través de su «particular ideología católica».

El organismo regido por Rouco Varela, con su comportamiento, se aleja cada vez más de los principios básicos del cristianismo para abrazar el poder que se presume recibirá desde el Partido Popular, grupo político que cuenta en sus filas con integrantes del Opus Dei, Legionarios de Cristo e «integristas» similares.

A principio de los años cuarenta, y medianamente asentada la dictadura franquista, el caudillo entrego la educación y por extensión el control de las familias y de la sociedad a la Iglesia Católica, iniciando una labor de catequización y ideologización que recordaba tiempos de la Inquisición. El resultado fue un control absoluto de la sociedad civil ayudado, eso sí, por la presión dictatorial del régimen con consecuencias desastrosas para el país; durante más de cuarenta años fuimos el último vagón del tren europeo, retrasos a todos los niveles educacionales, salvo que tuvieras dinero para pagar al propio organismo eclesiástico que era quien controlaba los centros educativos. Si a ésto añadimos la denigración de la mujer frente al fomento del machismo, la labor de la Iglesia marcó la vida de muchas familias.

Las reclamaciones del organismo eclesial van en ésta dirección, el Partido Popular no solo parece permeable a ésta idea si no que incluso algunos sectores la secundan, el domingo, en las urnas el sueño de la Conferencia Episcopal se hará realidad si los españoles dan la mayoría al Partido Popular. En las comunidades donde gobierna la derecha ya hay beneficios para centros educativos privados no concertados y ya se avanza en la idea de estudiantes de primera y estudiantes de segunda. Corporaciones religiosas como el Opus Dei o Legionarios de Cristo ya controlan centros y ahora aspiran a controlar también el temario educativo, para así controlar a la sociedad, ¿corderitos los quiere Dios? El domingo tú decides.

sábado, 12 de noviembre de 2011

Reflexiones tras el debate Rubalcaba-Rajoy

Como era de esperar el resultado del debate electoral fue dispar. Cada una de las partes y sus seguidores se apuntaron la victoria. En los medios de comunicación más de lo mismo y en la calle... en la calle, por el momento, todo sigue igual, como si no hubiese habido debate.

Las encuestas describen un escenario generoso para el Partido Popular, generoso e inmerecido. La herencia de la burbuja dejada al Psoe, nacida y criada a «los pechos peperos» y la connivencia con el sistema financiero internacional y los mercados le mantuvieron en la oposición tranquilo, esperando el momento, con la estrategia preparada, sabedores que como el problema económico no tiene solución a corto plazo, la UE con su receta particular sobre la crisis le haría el trabajo sucio.

Por su parte, en el seno del Psoe se debate entre si tenía o no que haber intervenido los mercados para intentar parar la catástrofe. A éste respecto, el partido renunció al marxismo para abrazar la socialdemocracia (XIII Congreso del PSOE, Suresnes 1974) y la verdad es que alguna vez me he preguntado si se leyeron la letra pequeña. Tengo la impresión que hoy en día, es aún un debate sin definir en la dirección adecuada en el seno del partido; ésto y la presión de la UE, para no ser arrastrados a una posible caída del euro, fue el detonante para que Zapatero tomara esa famosa noche de 9 o 10 de mayo de 2010 la que sin duda fue la más dramática de sus decisiones políticas; dejar de financiar sus políticas sociales (logros hasta el momento históricos) en beneficio de lo que él creyó un bien mayor: salvar el sistema financiero privado español, para no ser como Italia o peor aún, como Grecia.

Pero volviendo al debate. La intención de Rubalcaba era claramente la de desmontar ese silencio ambiguo que mantienen Rajoy y su equipo electoral; silencio que no esconde otra cosa que el cambio ideológico del Estado del Bienestar, adelgazándolo hasta la mínima expresión a través de los recortes (ya se están realizando en Madrid, Valencia, Castilla-La Mancha, Murcia o CIU en Cataluña), imponiendo su viejo sueño, el Liberalismo Económico. Una y otra vez el candidato socialista exponía sus argumentos, propuestas concretas, razonadas; a cada propuesta socialista, Rubalcaba incluía una pregunta al candidato popular sobre cual era su alternativa. En frente, Rajoy, mantenía la estrategia, «haré lo que tenga que hacer» era lo más concreto que salía de sus labios.

La finalidad de un debate electoral es conocer las nuevas propuestas de los candidatos, que se expongan encima de la mesa y queden enfrentadas, de esa manera los ciudadanos tendrán argumentos sólidos concretos para poder definir su voto en una dirección o en otra.

Pero el debate nacía desequilibrado, igual que la campaña electoral. La crisis económica y el paro, fueron el caldo de cultivo suficiente para que la derecha mediática contaminara con falsedades y medias verdades a una ciudadanía falta de argumentos y ávida de cabezas de turco responsabilizando como único culpable al Partido Socialista.

El Psoe, que en ningún momento declina su responsabilidad, trata de afrontarla dando un poco la vuelta a la situación con propuestas diferentes, que traten de dañar lo menos posible a los ya maltrechos ciudadanos, pero ya nadie escucha. El votante, escaldado, sin otros argumentos que: «estos nos arruinaron pongamos a los de enfrente; cambiemos a ver que pasa; seguro que los otros lo hacen mejor; demosles una oportunidad a los otros» alejados de todo argumento político, van camino de volver al pasado, al comienzo de la burbuja y a la desaparición de los avances sociales conseguidos.

Solo nos queda pelear, tratar de hacer ver a los ciudadanos que el Partido Popular no es una opción, no es ninguna opción, que su ambigüedad y silencio en torno a sus mensajes electorales está calculado de manera deliberada para que el ciudadano no descubra que el cambio que quiere sumar es el del Liberalismo Económico. Tenemos que defender el Estado de Bienestar, pelear por lo que queremos.

domingo, 6 de noviembre de 2011

El PP y la vuelta al modelo de 1996

Desde el Partido Popular nos cuentan que la solución a la crisis pasa por instaurar el modelo económico que Aznar diseñó 1996. Modelo que provocó el crecimiento económico del que ellos se sienten orgullosos y que (siempre según ellos) colocó a Aznar como el mejor gestor económico de la democracia española.

Ese crecimiento económico estaba apoyado casi exclusivamente en el ladrillo y en la especulación del suelo, y la gestión por parte del Gobierno de Aznar favorecía dicho «crecimiento».

La realidad es que, gracias al abaratamiento del suelo, durante un periodo de tiempo se empezaron a construir casas, muchas casas, demasiadas casas. Las constructoras empezaron a crecer, aparecían por doquier, y con ellas las inmobiliarias; al mismo ritmo y en la sombra todo un tejido industrial apoyado en la construcción, que se dedicaba a «vestir» a los edificios: desde fontaneros o electricistas pasando por carpinteros, pintores, soladores, calefactores.... el monstruo crecía y crecía a costa de los compradores de pisos, los ciudadanos.

Pero faltaba la pata que sujetaba el tinglado, la pata que sujeta todos los tinglados, la banca. Si no tienes dinero para comprar un piso al contado, te diriges a un banco para pedir una hipoteca y es aquí donde aparece el nudo corredizo que atrapa a la presa en la trampa. Al principio los bancos cumplían con la normativa, pero a la vista del negocio empezaron a abrir la mano y terminaron dando hipotecas donde cabían el piso, el coche y hasta la reforma de la cocina y nosotros encima tan contentos.

En medio de este crecimiento desaforado el entramado financiero internacional descarriló, arrastrando en su caída a toda la red bancaria con él. Los más fuertes resistieron pero los medianos y pequeños (como era nuestro caso) sufrieron la debacle. Para poder sobrevivir los bancos cortaron las inversiones, los prestamos, y el sistema inmobiliario español se desplomo como un castillo de naipes (nunca fue más fuerte que eso). Fue necesario que el gobierno socialista, obligado por la UE, parase (temporalmente) sus inversiones en política social para poder cubrir la deuda bancaria generada y evitar así la intervención internacional y con ello la caída del sistema español.

Aún así, una gran parte de los trabajadores de ese monstruo del que hablábamos más arriba se quedaron sin empleo por falta de financiación de sus empresas, aumentando las listas del paro en más de tres millones de parados.

Éste devenir de los acontecimientos que recibió el nombre de «burbuja inmobiliaria» y que nació «a los pechos» del PP, se pincho a causa de la coyuntura financiera internacional durante el periodo en que el PP estaba en la oposición alejándolo de toda sospecha y permitiéndole su vuelta como «salvador».