domingo, 18 de diciembre de 2011

Caminando hacia la igualdad

En la naturaleza hay especies con los sexos físicamente iguales, pero lo normal es que no sea así. Estas diferencias pueden ser pequeñas o grandes, no solo en cuanto a aspecto, también en cuanto a tamaño, es lo que se conoce como dimorfismo sexual.

El ser humano no es distinto, también tiene dimorfismo sexual. Ésto cuya única finalidad es asegurar la reproducción de la especie, representa un grave problema en el resto de las relaciones humanas.

Nuestra actitud, discurso, aspecto postural y estético es contaminado por la condición sexual de la persona que tenemos delante, haciendo que ese dimorfismo nos marque todo un rol cuyo resultado es una clara discriminación sexual.

El problema no solo es de actitud mental, es educacional. Desde pequeños nos educan con roles diferentes para hombres y mujeres asegurando con comportamientos paternales la fijación de estas conductas.

Conductas que finalmente se trasladan a nuestra vida adulta, marcando nuestro comportamiento en el ámbito laboral, social y familiar admitiendo como normal que ese dimorfismo sexual se convierta en: dimorfismo laboral, con diferencias de sueldo y trato, dimorfismo social cuando pensamos que la condición sexual nos hace mejores o peores para según qué, y dimorfismo familiar cuando llevamos estos comportamientos al seno de la familia marcando unos para niños y otros para niñas.

Tanto el machismo como el feminismo no ayudan; ellos defendiendo el dimorfismo para todo desde el convencimiento de que la mujer es un ser menor y le pertenece, ellas pidiendo a las autoridades y defendiendo, propuestas que benefician a las mujeres afectadas por ese machismo a costa de denigrar al hombre desde el convencimiento de que están en su derecho. Afortunadamente ni todos los hombres somos machistas ni todas las mujeres son feministas.

El comportamiento de los padres con los hijos es el que marca la actitud mental del futuro, romper con los roles del pasado es la tarea más importante que recae en la responsabilidad paternal de educar en igualdad sin diferencias de sexo, sin dimorfismo, más allá del meramente físico.

Si lo conseguimos estaremos poniendo los cimientos de una sociedad más equilibrada, más justa y más libre.