La
interrupción de un embarazo es uno de los actos más trágicos en la
vida de un ser humano; acabar con la vida que empieza en el interior
del útero es una decisión voluntaria y compleja, que hay que
meditar con madurez, serenidad y conocimiento, y afrontarla con el
máximo de garantías sanitarias posibles.
Hasta
el año 1985 —sin contar el periodo de la segunda república— el
aborto estuvo castigado en España con diferentes penas de cárcel
según la época, tanto para los asistentes sanitarios como para la
madre. Quien quería abortar; o tenía dinero y se iba a países
donde no fuera delito, o se arriesgaba a hacerlo en las clínicas
clandestinas (que había dentro del territorio nacional), con graves
riesgos para la salud de la madre y/o sufrir castigo carcelario.
El
debate tiene muchas patas; moral, ideológico, económico... de
difícil solución. Discutir sobre la vida humana levanta pasiones
enconadas y controvertidas, alejadas de todo rastro de raciocinio.
Pero la vida sigue, las mujeres siguen embarazándose y un pequeño
porcentaje sigue afrontando el terrible drama. Si penalizamos de
forma legal el aborto no lo erradicaremos de la sociedad española
como algún sector pueda creer. En teoría sí, esta prohibido, pero
en la práctica.... en la práctica aquellas mujeres que se vean en
la necesidad de abortar ¡y tengan dinero! lo harán, viajarán a
donde sea legal y por lo tanto con las máximas garantías, pero ¿y
las que no lo puedan pagar y tengan la misma necesidad de hacerlo que
las que lo pueden pagar? ¿clínicas clandestinas? ¿carniceros en
cuartitos de mala muerte? es una
vuelta al pasado en toda regla.
Es
verdad que hay casos y casos. Algunos motivos para abortar parecen
más razonables que otros y otros parecen más triviales que algunos,
pero como ya he dicho, todos deben realizarse con las máximas
garantías sanitarias. Y la única manera de que estas garantías se
cumplan para todas las mujeres por igual es precisamente igualando su
condición económica, con una ley que permita a las mujeres usar
instalaciones higiénico-sanitarias, garantizar las medidas
necesarias y cubrir los costes; es decir, en la sanidad pública.
Dicho
esto y a título personal, la realización de un aborto simboliza el
fracaso de la sociedad, del verdadero Estado del Bienestar,
por no poner los medios previos, lógicos y razonables, para intentar
evitarlo, me explicaré.
- Una educación sexual, sin miedos, razonablemente temprana para afrontar la realidad con los conocimientos necesarios acordes con la edad y desarrollo físico natural, que aporte maduración en la relación sexual para evitar embarazos no deseados, y además desmitifique todo tipo de leyendas urbanas en torno a anticonceptivos y enfermedades venéreas.
- Infraestructura necesaria y gratuita para que los niños con malformaciones tengan cubiertas dignamente todas sus necesidades de por vida [el miedo a un futuro incierto —la atención para toda la vida por profesionales, en lugares adecuados, con los medios necesarios sin ningún coste para los padres— es un «handicap» importante en la valentía de esos padres que no se atreven a seguir adelante con el embarazo].
Creo
que todos estamos de acuerdo en que a nadie le gustaría tener que
abortar (particularmente, solo de pensarlo se me encoje el corazón),
es más, estoy seguro que con unas alternativas ideales nadie optaría
voluntariamente por interrumpir su embarazo, pero tristemente no es
así, esas alternativas no existen. Las medidas anteriormente
descritas ayudan a reducir el número de interrupciones voluntarias y
además nos hacen mejores personas. Cualquier tipo de ayuda,
fundamentalmente en materia económica irá sin duda, bien dirigida,
en la reducción de estos dramas.
También
tengo muy claro que esto no es un caso exclusivamente de la mujer, me
van a perdonar, pero, a esto de hacer niños juegan dos
(salvo, con todo el respeto del mundo, obviamente en los casos de
violación). Por lo tanto, la responsabilidad es conjunta y la
decisión ha de ser razonablemente madura y consensuada, sin
sectarismos machistas ni feministas.